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La estética contemporánea

Bajo la influencia de la filosofía intelectualista, que ha dominado hasta los últimos tiempos, las ideas estéticas han girado al rededor del concepto de armonía, que es una modalidad del concepto de orden, engendrado por el funcionamiento lógico del espíritu. Con intermitentes alteraciones, introducidas por el sentimiento en la formación del ideal romántico, la estética clásica, que preconizaba el equilibrio estático, como perfección absoluta, ha imperado en la filosofía de lo bello y en la expresión artística de la belleza objetiva, subordinando aún la forma subjetiva y lírica, que reclamaba un ideal comprensivo de los modos estático y dinámico presentados por el arte. Una integración de la actividad del espíritu, en la cual la imagen sensorial y el sentimiento obrasen como factores de la actividad volitiva y libre, era la aspiración de filósofos y artistas, y a esa demanda responde la estética contemporánea de la

libertad.

Tres ideas fundamentales han contribuído a su nacimiento: las ideas de valor, de creación y de intuición. La idea contemporánea de valor descansa en el nuevo concepto de la libertad. El Valor, que ha sustituìdo al Ideal impregnado de intelectualismo (1), no se explica ya por la naturaleza de la imagen o del sentimiento o por ambos factores exclusivamente, sino por la libre voluntad, por la actividad espontánea y creadora del espíritu, que se considera como absoluta, como actividad a priori, como identificada al Valor mismo. Para que la actividad espiritual sea creadora de valores, necesita, como condición primera, entre otras, la libertad. << No es valor sino aquello a lo que el espíritu se dirige libremente, espontáneamente, sea por creación propia, sea por aceptación de lo que ha sido elaborado por espíritus superiores Todos los valores (y no sólo los de voluntad) presuponen un poder de iniciativa. Aún los valores cognocitivos subsisten solo a condición que deriven de la libre adhesión

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(1) Guido della Valle: Teoria generale e formale del Valore, página 202.

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del sujeto que conoce (1). « Libertad y valor son principios que no pueden entenderse el uno sin el otro, y que, unidos, crean el mundo del Espíritu como opuesto al de la Materia. Derivación colateral de la libertad es lo que parece incompleto, variable, insuficiente, empírico, multiplicidad contingente» (2). « El valor supone constantemente la actividad libre y espontánea del espíritu. Sin esa actividad no hay valor » (3). Voluntad pura es sólo aquella que tiende a lo universal, a lo absoluto, a lo eterno, y sólo esa es libre. Libertad es la voluntad del Valor (4). La psicología contemporánea ha demostrado en qué consiste esa actividad libre. Bergson ha hecho de ella la esencia del espíritu. Lo que distingue a éste de la materia es el cambio incesante, la novedad de cada momento, la creación, la duración. Libertad y creación son idénticas, El alma crea porque es libre y es libre porque crea, porque no se repite como la actividad mecánica. La misma actividad que se denomina hábito no repite el fenómeno psíquico excluyendo toda novedad. Así lo ha demostrado Ravaisson. La memoria crea imágenes nuevas; no repite las imágenes recordadas. La memoria extrae del fondo virtual de la conciencia la imagen recordada, por un proceso de reviviscencia, que es análogo al de la creación original. La imaginación creadora no procede de otro modo al engendrar un valor: la inspiración hace brotar del fondo de la realidad percibida o recordada la imagen sintética que da valor a esa misma realidad.

El espíritu funciona entonces mediante la intuición valuadora, que consiste, según G. della Valle, << en el acto puro de aplicar una determinada categoría de Valor a un estado psíquico, transformándolo, de fenómeno empírico subjetivo, en acto espiritual absoluto, que no presupone mas que la multiplicidad objetiva empírica o, mejor dicho, presupone la corriente polícroma, pero no caótica, de la conciencia. La intuición toma en ella y fija un elemento, un momento, aislándolo así del devenir desvaneciente del átomo fugitivo y consagrándolo para la eternidad » (5). « La capacidad de intuición - agrega - es lo que el espíritu tiene de más íntimo, específico, constitutivo, diferencial, ante la naturaleza; es la subje

(1) Guido della Valle: Obra citada, página 136.

(2) G. della Valle, id., página 150.

(3) G. della Valle, id,, página 232.

(4) G. della Valle, id., página 409.

(5) G. della Valle: Obra citada, página 158.

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tividad de la subjetividad, el alma del alma. Sin la intuición, la misma alma sería pura naturaleza, no sujeta a ninguna apreciación, sino sólo a una descripción y constatación empíricas. La valuación es lo único que da significado a las sensaciones, a los sentimientos, a las voliciones; crea el mundo de lo verdadero, de lo bello, de lo útil y del bien y transforma la multiplicidad caótica de los estados psíquicos en un espíritu. El Yosujeto es el aspecto solidario de las energías valuadoras inconmensurables, pero unidas por íntimas correlaciones funcionales. El Yo-objeto, en cambio, es la síntesis de todos los productos de la síntesis a priori de tales categorías con los datos de la experiencia; es decir, de todos los valores existenciales, lógicos, éticos, estéticos, etc., constantemente apreciados o creados» (1). Por eso la « valuación es un acto no racional, no emotivo, no volitivo, y reconoce, como única fuente, una actividad específica, irreductible: la intuición » (2). Es irreducible, como el valor mismo, que della Valle considera como la única categoría primitiva, irreductible, coexistente con el espíritu, siendo las demás sus derivaciones (3). « La intuición no produce un juicio, como la razón, sino una creencia, una evidencia, pero que no es criterio cognoscitivo, destinado a demostrar los valores. La intuición es inmediata, es conciencia indefinida, que precede a todas las formas de la conciencia definida ». « El acto valuador presupone una espontaneidad creadora, libre e irreductible a cualquiera otra actividad. Cuando falta la intuición específica, todo el mundo de los valores correspondientes queda sumergido en el absoluto caos ». « Esta efusión indefinida, en la que la nueva filosofía francesa busca la revelación de lo absoluto, se traduce, bajo forma empírica, en ese sentimiento de libre expansion y de abandono, que es propio de la creación y de la contemplación estética. Bergson hace de la intuición el instrumento de la filosofía (4).

La intuición, así comprendida, es una verdarera adivinación de valores que guían al espíritu en la realización de sus diversos fines. Está destinada a crear esos valores, obedeciendo a esa expansión instintiva del alma que anhela lo mejor y ordena los datos de la realidad para satisfacer esa tendencia. El valor es un devenir y está orientado hacia

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(1) G. della Valle: Obra citada, página 164.

(2) G. della Valle, id., página 147.

(3) G. della Valle, id., página 146.

(4) G. della Valle, Obra citada, páginas 158, 163, 164, 170, y 176.

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la existencia futura, hacia una realidad que no existe ahora, pero que deberá existir (1), dice G. della Valle. Es un Deber Ser, en su concepto (2). Es un Ideal organizado por la imaginación creadora, que responde a un orden dentro del cual la libertad adquiere su mayor expansión.

Valor, creación, intuición, son así ideas que se explican solamente por la libertad, por ese élan al que Bergson atribuye la génesis de toda la realidad. Ahora bien; todas esas ideas entran en la actividad estética. La creación de los valores es función estética, esencialmente; entendiendo por tal la que ejerce la imaginación inventiva, que penetra en todos los dominios del espíritu y reviste de carácter artistico a sus productos.

Se conoce lo que ha establecido Ribot sobre esta penetración. La imaginación adivina hipótesis y crea leyes primarias, mediante inducciones preventivas que escapan a la lógica, pero que le sirven de fundamento; forja ideales o valores, que imponen como dogmas la Moral, la Economia el Derecho y la Religión. Cristalizados esos ideales se concretan en normas rígidas, que limitan la libertad, la subordinan o la destruyen, pero que a su vez, sufren la reacción de la libertad, que postula nuevos ideales. Resulta de ahí que el valor único, absoluto, immediato e irreductible que della Valle coloca como antecedente primario en la elaboracion de los valores derivados, es el Estético, el Valor del Arte, que siembra las semillas de donde brotan los demás como entidades independientes con finalidad y medios propios. Si la función primaria y capital de la actividad estética es eso, tienen razón los que, como Schelling, Ravaisson y Baldwin, han querido hacer del pancalismo la forma suprema de la filosofía.

Esa conclusión se encuentra confirmada por el papel que desempeña la libertad en la realización o aplicación de los diversos valores. Sólo en el orden estético esa libertad es absoluta; sólo en ella las normas no son imperativas. La actividad del genio artístico rechaza toda imposición porque ella es el signo de la libertad absoluta. En cambio, la libertad se subordina a las leyes económicas, a las normas morales y jurídicas y desaparece en la conciencia mística, que aspira, como suprema felicidad el ser absorbida por la naturaleza divina. El místico se emancipa del mundo, pero eso es para entregarse, por entero, a Dios. El valor estético puede considerarse, por eso, como el valor de los valores.

(1) G. della Valle, Obra citada, pagina 202.

(2) G. della Valle, id., pagina 148.

Si valor, creación e intuición son ideas que se explican por la libertad, ellas son notas de la imaginación inventiva, cuya característica esencial es la libertad con que combina los datos de la experiencia, obedeciendo a tendencia instintiva hacia lo mejor. Sin libertad, la imaginación se convierte en una asociación de ideas, como lo establece Wundt. La imaginación crea los valores mediante la intuición de lo mejor o sea del Ideal, que persigue el espíritu, espontáneamente, sin plan preconcebido, o en virtud de una reacción sobre el orden existente y habitual y según las líneas vagas de una aspiración hacia un orden menos coartado por la tradición o más apto para satisfacer el anhelo incesante y progresivo de una actividad expansiva más poderosa que las resistencias opuestas por la realidad organizada. La función imaginativa se diferencia radicalmente de la función racional: es primaria e indemostrable; no tiene una finalidad lógica, aun cuando entran en ella factores del pensamiento; no tiene tampoco una finalidad sensorial, aún cuando su relación con la naturaleza, que tiende a modificar, le ofrezca armonías placenteras o desacuerdos dolorosos, triunfos satisfactorios o decaimientos de su energía. Sus elementos primarios, así como sus efectos, le imprimen el carácter que tienen los valores que crea.

Es en el dominio de lo concreto en el que actúa la imaginación, en donde debe buscarse el valor, que es concreto tambien, aunque se le califique como categoría destinata a regir la valuación, como forma indipendiente de la variedad de los contenidos. « Puesto que los valores de cualquier clase resultan de la integración absoluta de los progresos psíquicos empíricos individuales correspondientes, su universalidad tiene carácter concreto y no abstracto.» (1) Una teoría de la imaginación es así una teoría del valor en general y especialmente del valor estético. Intentar su desarrollo ha sido el propósito de una Estética General cuya orientación es la que imprime a la filosofía subjetivista contemporánea el principio real de la libertad, entendida en el sentido bergsoniano.

Este principio permite explicar mejor que el clasicismo y el romanticismo la actividad estética, no sólo en su función general de crear valores sino especialmente en la que engendra la actividad estética en su restringido concepto de las artes bellas. Ni la imagen, sometida a la acción armónica de las facultades cognoscitivas que produce la actitud estática

(1) G. della Valle: Obra citada, página 181.

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